La caoba es la joya de la corona de la Amazonia; sus magníficos troncos son como columnas que se elevan hasta el denso dosel del bosque. Su intenso tono rojizo y su durabilidad la convierten en uno de los materiales de construcción y ebanistería más codiciados de la Tierra y en un símbolo de riqueza y poder. Un solo árbol puede reportar miles de euros en el mercado internacional una vez que la madera, ya procesada, llega a las tiendas de Estados Unidos o Europa.
Después de 2001, año en que Brasil declaró una moratoria sobre la tala de caoba, Perú se ha consolidado como uno de los mayores proveedores mundiales. La fiebre del «oro rojo», como a veces se denomina a la caoba, ha dejado numerosas cuencas de drenaje de Perú (como la del Alto Tamaya, tierra natal de un grupo de indios ashéninka) despojadas de sus árboles más preciados. Los últimos reductos de caobas, al igual que los de cedros colorados, se encuentran ahora en su mayoría dentro de territorios indígenas, parques nacionales y reservas territoriales establecidas para proteger a las tribus aisladas.
Como resultado, los leñadores van en busca de otros árboles monumentales prácticamente desconocidos para nosotros pero que están llegando a nuestros hogares en forma de muebles de dormitorio, armarios, parqués y tarimas de exterior. Se trata de variedades menos conocidas y también menos protegidas que las especies más caras y carismáticas, como la caoba, aunque muchas veces sean más importantes para el ecosistema forestal. Al extender la tala a esas otras especies, los leñadores incrementan cada vez más el número de árboles cortados para compensar sus mermados ingresos, amenazando durante el proceso hábitats fundamentales. Los primates, las aves y los anfibios que viven en las zonas más altas del bosque están cada vez más amenazados. Las comunidades indígenas están angustiadas y divididas entre quienes prefieren la conservación y quienes buscan el dinero fácil. Y algunas de las tribus más aisladas del planeta se están viendo forzadas a abandonar sus territorios por culpa del rugido de las motosierras y del estruendo de los inmensos y multicentenarios leviatanes cuando caen abatidos al suelo.
Aqui os dejo algunas imagenes donde podemos ver la caoba y como queda después de ser talada
Andy Ramirez
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